Por Juan Alejandro Echeverri
La Unión Sindical Obrera (USO) habló de transición energética cuando ese concepto y esa política que reverdece los intereses y las prácticas del gran capital, todavía no estaba de moda en Colombia y el mundo. A finales del siglo pasado, mientras “los países desarrollados” apostaban de manera decidida por la explotación y el consumo de combustibles fósiles, el principal sindicato petrolero del país empezaba a imaginar cómo sería Colombia y el mundo dejando el crudo en su lugar natural.
Dada nuestra dependencia del petróleo, analistas y mercaderes de élite aseguran que renunciar a él sería un suicidio económico. Aunque solo aporta un 5,5% a nuestro producto interno bruto, entre 1992 y 2022 representó el 55% de nuestras exportaciones, genera 15 billones de pesos en regalías, y es el sector que concentra el 25% de la inversión extranjera. La USO no desconoce esas cifras, pero se decantó por una conclusión que vio y escuchó en los territorios: ser un enclave petrolero no es sinónimo de desarrollo y progreso.
Arauca, departamento en el que se desarrolló la segunda de cinco Asambleas Regionales por La Paz que organizara la USO en 2024, no es una excepción a la regla. En 1980 y 1983, cuando la Occidental Petroleum Company (la OXY) encontró petróleo en Arauca y tres años después firmó un contrato para su extracción, el departamento llanero apareció en el mapa del país; los políticos y empresarios que hacían lobby para abrirle camino a la explotación del hidrocarburo decían que Arauca podía convertirse en la Arabia Saudita de Colombia. 40 años y millones de barriles después, la capital del departamento registra una tasa de desempleo del 30%, una de las más altas del país, lo que la ubica más cerca de La Guajira y el Chocó —departamentos que encabezan los índices de necesidades básicas insatisfechas— que del estilo de vida de Arabia Saudita.
Al igual que en Arauca, en otros territorios sacrificados por el petróleo, el descubrimiento del hidrocarburo implicó más perjuicios que beneficios: daños ambientales irreparables, descomposición social, y tragedias humanitarias auspiciadas por el matrimonio entre paramilitares, multinacionales, y Estado.
En la Segunda Asamblea Nacional por La Paz, desarrollada por la USO en 2015, el país demostró que la premonición de los 90´s no era descabellada. El 33% de las demandas y propuestas giraron en torno al tema ambiental. Los enclaves petroleros ya no estaban tan preocupados por la renta y los dineros generados por la industria, lo trascendental era la pervivencia en el territorio, el acceso al agua, el respeto a los planes de vida y la cultura de las comunidades.
Los procesos femeninos, campesinos, sindicales, y juveniles impactados han dicho basta, el planeta también. Mientras que a principios de siglo utilizábamos un barril de petróleo para extraer 100, hoy debemos usar entre 70 y 80 barriles para sacar los mismos 100. El retorno energético cada vez es menor, cada vez tenemos que ir a mayor profundidad para desenterrar crudos más pesados.
Son esas cifras y esas “enfermedades holandesas” las que llevaron a que en 2019 la USO decidiera sumarse a las voces que rechazan la implementación del fracking en Colombia, una técnica especial de extracción que requiere altas cantidades de agua y químicos para perforar las rocas y liberar el hidrocarburo, lo que contaminaría las fuentes hídricas y comprometería el suministro en regiones que ya enfrentan problemas de abastecimiento.
La transición energética, hoy más que siempre, es un debate existencial que transversaliza todas las discusiones de la USO y de la Tercera Asamblea por La Paz. Para conocer la genesis del debate, su desarrollo con el pasar del tiempo, los reparos a la propuesta de transición del actual gobierno, y los retos a futuro, Periferia habló con Edgar Mojica, integrante del sindicato y vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT).
Pregunta: ¿En qué momento la USO empezó a hablar de transición energética?
Respuesta: La discusión en Colombia sobre la transición energética es una reflexión que se remonta a las tres últimas décadas. En este momento estamos en una coyuntura que la discusión se ha refrescado, pero siempre en las regiones petroleras, y desde que la Unión Sindical Obrera (USO) se pensó hacer la 1ª Asamblea Nacional por La Paz (1996), se discutía en aquel entonces si éramos capaces de pensarnos entornos y regiones que vivían del petróleo sin petróleo o post petróleo. Son discusiones políticas que la USO ha madurado con el tiempo. También hay que reconocer que con diversos enfoques, diversas posturas políticas, matices, contradicciones propias del debate político.
P: ¿Qué los llevó a embarcarse en esa discusión?
R: Algo nos ha enseñado este modelo de explotación petrolera y de extractivismo en el país. Son fenómenos que uno vive cuando llega y conoce las regiones que dependen económicamente del petróleo. Reflexiones como la industria es verdadera generadora de empleo, sí o no, qué tanto, de qué calidad es ese empleo.
Las economías que dependen exclusivamente de sacar petróleo como el caso de Arauca, y muchos municipios del Casanare, hemos visto que generan pequeñas enfermedades holandesas: el entorno cambia, pero cambia también la economía, los precios de las habitaciones, de los alimentos, de muchas cosas de la vida cotidiana, y desafortunadamente cuando el petróleo se va, esos precios quedan, no migran con el petróleo.
Hay una serie de fenómenos alrededor de la vida cotidiana que obligan a que pensemos esa vida cotidiana sin ese entorno petrolero. Otra discusión en los territorios es la vocación del territorio, y como el petróleo cambia esa vocación. Esos territorios no estaban destinados para producir petróleo, estaban destinados para la ganadería, para la agricultura, para la pesca, y al llegar el petróleo cambia esa vocación del territorio. Reflexionar sobre esos temas obligan a pensarse en economías diversas, en economías sin petróleo y en economías, como hoy en día lo decimos, para la vida. Alrededor del petróleo y del modelo extractivista también hay cosas que afectan la vida de manera integral, es decir, la biodiversidad.
Esas primeras reflexiones, finalizando la década de los 90, eran bastante utópicas. A veces causaba risa que un dirigente sindical de la USO hablara de un entorno sin petróleo, como lo decimos en nuestros términos era “patear la lonchera”. Si uno vive de esto, depende de esto, por qué hablar de que eso no exista. Hoy la reflexión ha cambiado, no solo en la calidad del nivel político y técnico del debate. La reflexión que venimos planteando algunos es que esto no es un debate técnico exclusivamente, sí tiene un componente técnico, pero es una discusión de carácter político, económico y global. No es un problema exclusivamente de Colombia.
Lo primero que nosotros estamos poniendo en discusión, es que sí es cierto que estamos en un momento de transición, hay una narrativa de transición, pero el modelo de acumulación económica, que depende de las economías fósiles, está en plena expansión. Cuando usted mira tasas de producción, tasas de consumo de fósiles, ambas están al alza. Usted mira inversiones y porcentajes de inversiones en renovables, y su crecimiento no es el esperado. Usted mira otro indicador interesante sobre la sostenibilidad del planeta: el crecimiento del producto interno bruto (PIB) de los 11 países desarrollados, versus el descenso de gases de efecto invernadero, esa ecuación no está cuadrando. El PIB no está creciendo como los países necesitan para la calidad de vida a la que se acostumbraron con ese modelo de acumulación. Estos elementos muestran que hoy el debate es más profundo, más político, con mayores elementos, y la USO está en la obligación de asumirlo con esa visión integral y esforzarse en construir una propuesta.
P: ¿Cómo se imagina la USO que se puede materializar ese tránsito de las personas que trabajan en la industria petrolera?
R: Las transiciones alrededor de la energía han existido siempre en la historia de la humanidad. En un comienzo el principal dinamizador energético era la leña. Y la leña no se extinguió, ni se extinguió el uso de la leña. De hecho, hay países que siguen utilizando mucho la leña, Uruguay la utiliza mucho en temas de calefacción. Con eso señaló que hablar de transición de un energético, no implica que ese energético va a desaparecer. Ni que se va a dejar de usar, sino que su intensidad y su uso va a ser reemplazado por otro energético.
La discusión implica una pregunta: qué va a pasar con los trabajadores del sector, no sólo del petróleo. Tuvimos una discusión con los sindicatos por la democracia energética en el mundo, y nos decían «ustedes hablan de petróleo, y por qué no nos preguntamos qué va a pasar con los trabajadores de la industria nuclear en todo lo que se denomina el desarme nuclear del mundo»; hacia dónde van a migrar esos trabajadores, qué se van a poner a hacer.
Se ha acuñado el tema de transición justa. Un término muy eurocéntrico, en el sentido que se quiere discutir, exclusivamente, que justicia para los trabajadores sería que no perdieran sus ingresos ni sus puestos de trabajo, sino que emigraran con esas condiciones. Desde mi punto de vista es una visión interesante, pero bastante egoísta, porque la transición debería pensarse no solo en ser justa, sino en ser social y comunitaria, con otros componentes a discutir en su enfoque y su alcance.
Los trabajadores también tenemos que pensar en el entorno donde está la industria en la que nosotros trabajamos, donde vendemos nuestra mano de obra. Pensarnos la transición más allá de los derechos de los trabajadores como tal. Es una de las discusiones que estamos planteando. No compartimos el abandono. Aquí ha ocurrido. Recién una empresa minera en la zona del César, de la noche a la mañana, dijo el título minero no es rentable, se los devuelvo y quedaron votados 5.000 trabajadores sin derechos laborales. Eso tampoco lo compartimos. La transición implica una discusión social, una discusión política, llegar a acuerdos, hacer una ruta de transición, unos tiempos acordes a esa transición y poder ejecutar ese plan.
P: ¿Cuáles son los principales reparos de la USO a la propuesta de transición energética que abandera el actual gobierno?
R: Recién se posicionó el gobierno de Gustavo Petro, en ese entonces la ministra Irene Vélez nos convocó a los cuatro sindicatos más importantes de la industria: Sintracarbón, la USO, Sintraelecol y la CUT, para una reflexión sobre la transición. Allí se nos contó en qué estaban, en ese momento el estado de cosas era muy insuficiente. [El expresidente] Duque había dejado una Ley de transición, que está vigente, este Gobierno no la ha cambiado, estamos funcionando con una Ley de transición que en ese momento la ministra coincidía con nosotros en decir que era una Ley hecha a imagen y semejanza de las empresas, es decir, para seguir un negocio alrededor del tema energético, eso sigue vigente, esa es una primera discusión.
Después de eso, los sindicatos no fuimos convocados a construir esa ruta y ese Plan Nacional de Transición. El gobierno hizo un ejercicio interesante en las regiones. Hoy hay tres elementos gruesos: la síntesis de ese ejercicio, un plan, y una estrategia planteada desde el gobierno. Pero nosotros creemos que es limitada porque los trabajadores no fueron convocados como debieron; porque la transición va más allá de plantearnos la utilización de energía fotovoltaica, parques eólicos; más allá de pensar que es importante cumplir compromisos internacionales de disminución de huella de carbono.
Hay unas discusiones importantes. Incluso, el mismo debate que tiene la USO en este momento sobre la suspensión de entrega de contratos de exploración. Si lo ponemos en el plano Ambiental, lo que el gobierno ha dicho es vamos a incrementar producción sobre una cosa que técnicamente se denomina crudos incrementales. En cuentas simples, a cualquier campo petrolero se le recupera más o menos el 15% de los hallazgos, hay picos un poco más altos. Si haces inyecciones regularmente de agua o de químicos, logras duplicar esa recuperación. Eso tiene un debate ambiental grandísimo sobre los daños que causa en el subsuelo esa inyección de agua o químicos para procesos de recuperación secundaria, campos dañados, aquí el ejemplo concreto es el campo de Casabe en el Magdalena Medio.
Otro debate es el cierre financiero de esos ejercicios de recuperación, es decir, que lo que vayas a invertir, cuando lo llevas a una tabla de costos, lo que obtengas sea mayor a lo que vas a invertir, porque si no, en el cierre financiero no va a ser posible que se haga la recuperación. Con esto de ejemplo, lo que planteo es que hay avances en el gobierno, hay cosas que desde nuestro punto de vista no están bien hechas, hay otras cosas que son importantes, y hay otras cosas que son controversiales y queremos discutirlas.
Para nosotros la transición, lo ha dicho públicamente la USO, pasa por el fortalecimiento de Ecopetrol como empresa estatal del país, al que le ha entregado muchas cosas, porque al final los recursos se ven reflejados en inversión social y otras cosas aparte de la plata de las regalías, lo que genera la compañía debería ser el pilar y el soporte de la transición. Si dejas que eso se marchite, va a ser muy complicado impulsar una política de transición.
Todas esas discusiones están ahí. Esperamos que lo que el gobierno hace sirva como una base importante para esta discusión y construir una propuesta, el sindicato está en eso. Aspiramos a que la USO presente públicamente una propuesta acordada.
P: ¿Aunque todavía faltan Asambleas Regionales y varios meses para la Asamblea Nacional por La Paz en Bogotá, qué conclusiones o respuestas a la pregunta existencial de la transición se empiezan a perfilar?
R: La Asamblea es importante para mí, si la gente logra entender que más allá de una propuesta política, en este momento se necesita un movimiento social que sea capaz de echarse al hombro esa propuesta política. De nada va a servir que en este ejercicio salga el súper documento, con la súper propuesta de transición, si no hay un movimiento social y político, desde el bloque popular, que diga esta es la nuestra y vamos por esa; y eso es con acción de qué: de calle, con acción de movilización, no es otro el camino. Aquí no estamos en una discusión de si logramos condensar una cantidad de elementos en un documento y se lo entregamos al Gobierno. Eso va a ser importante para el pueblo colombiano y puede ser un aporte fundamental desde la Asamblea, pero para mí el elemento determinante, y que en un momento puede marcar la coyuntura, es si se potencia un movimiento social, con una propuesta política, que se pelee esa propuesta política. De resto, chévere el ejercicio, mucha reflexión política y teórica desde los territorios, pero a la hora de materializarlo creo que no vamos a tener con qué si eso no se consolida.