Por Juan Alejandro Echeverri

Era un viernes, un viernes cualquiera. Su papá le llevó una sorpresa: la camiseta del Junior de Barranquilla, la prenda más común y cotidiana en la capital del Atlántico. Dos días después, el 6 de abril de 2008, la estrenó en el Metropolitano Roberto Meléndez, fue su bautismo pasional en la cancha. Ir al Estadio se volvió un ritual. No importó el mal rendimiento del equipo, el que casi lo lleva ese año al descenso. “En los momentos más difíciles es cuando tú vas a empezar a querer el equipo”, le decía su padre.

El barrista de esta historia solicitó omitir su nombre por los señalamientos y las repercusiones políticas de sus posturas. Vamos a llamarlo entonces Marcos Coll*, como la recordada leyenda juniorista que ha marcado el único gol olímpico en la historia de los mundiales de fútbol.

Marcos es un barrista más común de lo que la sociedad de las buenas formas supone. Colombia siempre ha soñado con una paz “en la que quepan todos y todas”. En su correría regional por el país, la Unión Sindical Obrera (USO) ha intentado dar pasos hacia la materialización de ese anhelo escuchando la diversidad social y política que esconden esta nación agotada. En la Asamblea Regional por la Paz, desarrollada el 28 y 29 de septiembre en Barranquilla, Marcos demostró que un joven puede vivir con el mismo fervor el futbol y la política.

Su papá siempre lo llevó a la popular, esa tribuna en la que hombres y mujeres se aferran a una bandera, saltan y cantan con tanta pasión como si de ellos y ellas también dependiera lo que pasa en la cancha. En 2014, a sus 10 años, se unió por primera vez a una barra: el “parche” del barrio Bella Arena. Marcos recuerda que en su primera inducción en el barrismo le contaron que además de alentar al equipo tiburón, la barra tenía una escuela de futbol gratuita con la que intentaba evitar que los jóvenes de ese barrio aledaño al Estadio Metropolitano los engulleran las pandillas y la delincuencia.

Aparte de su perspectiva social, Bella Arena se caracterizaba por ser una de las agrupaciones más organizadas y repelentes a las rivalidades y las peleas tan comunes en el barrismo. Eso le llamó la atención a Marcos, sobre todo porque él venía de una familia de izquierdas y víctima de la alianza represiva entre el Estado y el paramilitarismo, la que asesinó a decenas de estudiantes de la Universidad del Atlántico, entre ellos un tío suyo. Ese precedente familiar lo encaminaría luego a integrar la Asociación Nacional de Estudiantes de Secundaria cuando estaba en bachillerato, y hacer del barrismo una expresión contestaría.

Pero volvamos a los tiempos de Bella Arena. Marcos llamó la atención del líder de aquel entonces por su participación asidua en las reuniones y su disposición para contribuir en las acciones extra futbolísticas de la barra. José Luis, el líder en mención, le dijo que como no vivía en ese barrio, “y era tan bueno, por qué no incentivaba a la gente de mi barrio y creaba mi parche allá”.

Marcos siguió el concejo. En su barrio Villa del Mar, que hace parte del corregimiento La Playa, conoció a José Ángel Charris, que en aquel entonces era líder de La Banda de los Kuervos, la que junto al Frente Rojiblanco es la barra más importante en la escena futbolera de Barranquilla. Charris lo invitó a que se uniera al parche y él aceptó. En ese tránsito tan determinante, Marcos también tuvo la oportunidad de unirse al Frente Rojiblanco. Pero optó por su actual barra al comprender las diferencias que había entre ambas facciones.

Mediante contratos y otros acuerdos, explica Marcos, la casa Char, amos y señores políticos de la ciudad, coartaban el actuar del Frente Rojiblanco: “En ese momento, en el 2014, habíamos llegado a la final del torneo contra Atlético Nacional, y perdimos. Luego hubo una mala temporada y se quiso protestar. Recuerdo mucho que el Frente Rojiblanco no quiso, pero uno sabía que era por no irse en contra de la casa política. En Los Kuervos es muy distinto. Es una barra que nace siendo rebelde contra las decisiones de la alcaldía, contra de las decisiones de la policía. Hay una frase muy buena que se mantiene dentro de la barra, que dice: prendemos bengalas, aunque muchos no quieran. Es una manera de hacerle mofa a la alcaldía. En muchos casos, si al Frente Rojiblanco no le daban permiso, no hacían la fiesta. En cambio, nosotros así no tengamos el permiso, sacamos adelante la fiesta, las salidas y demás”.

La barra, complementa este hijo de izquierdas, conserva sus orígenes contestarios. La barra mantiene con orgullo sus raíces punkeras y rockeras, ritmos musicales demasiado alternativos para una ciudad como Barranquilla. La barra, reconoce Marcos, también tuvo sus tiempos grises. En cierto momento a los líderes poco les importaba si Los Kuervos peleaban, robaban y rompían lo que encontraban a su paso cuando al Junior le iba mal. Adquirieron fama de violentos, tanto que cuando alguien se ponía una camiseta del Atlético Nacional, las personas amenazaban con llamar a Los Kuervos.

El cambio de imagen empezó con un cambio sonoro. La banda instrumental incluyó ritmos del folclor Caribe y adaptó canciones de artistas reconocidos en la ciudad como el Joe Arroyo y la Orquesta Aragón. Al interior de Los Kuervos nació en el 2016 Los Excentricos Rojiblancos, nombre que hasta el día de hoy conserva la banda instrumental. Luego, hicieron semilleros de música para que los niños de diferentes barrios aprendieran algo de música. Además de enseñarles los cánticos y las murgas propias del barrismo, les inculcaron música e instrumentos folclóricos como la tambora, el alegre y la gaita.

Los Kuervos cambiaron la imagen que la ciudad tenía de ellos, y recuperaron su norte político. Decidieron además incidir en el motor organizativo de cualquier barrio: las Juntas de Acción Comunal. “La gente ya no veía el parche como un combo de violentos, de atracadores o de vagos, también los veía como unos jóvenes que le aportaban y le aportan hoy día a su comunidad”, cuenta Marcos.

Este joven, que también hace parte de la Juventud Comunista (JUCO), asegura que no es fácil ser barrista y ser de izquierda. Aunque ha tenido el respaldo de sus pares, sigue enraizada, incluso en sectores que se denominan progresistas, esa narrativa que asocia al barrista con una persona “violenta que nada más le interesa seguir a su equipo desenfrenadamente sin importarle su vida”.

Así en el barrismo se reproduzcan lógicas patriarcales como que quien lleva más años de trayectoria en el parche es el que manda, Marcos planteó debates políticos al interior de Los Kuervos. A raíz de su persistencia, en el 2021 la barra creó un comité político y postuló algunos de sus integrantes a las elecciones de los Consejos de Juventud, logrando ganar en tres localidades de Barranquilla.

En la actualidad, una de las apuestas más importantes de Marcos y Los Kuervos es lograr que se incluya en el Plan de Desarrollo de Barranquilla una política pública de barrismo social. A nivel nacional ya existe una ruta: el Plan Decenal de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el futbol, el cual da las directrices para que los diferentes Ministerios y otros órganos articulen acciones para promover un barrismo social. La vigencia del Plan termina este año, y, entre otras cosas, les ordenó a las ciudades materializar políticas públicas con ese propósito, algo que únicamente han intentado cumplir Medellín y Bogotá. Pese a tener una propuesta y el apoyo del Gobierno nacional, Los Kuervos todavía no cuentan con el respaldo del concejo y la alcaldía local.

Pero como la incidencia de la barra no se limita a la escena burocrática, también se manifiesta en las calles. Este año han pintado varios murales en la ciudad a propósito de los 100 años de fundación del Junior de Barranquilla. La particularidad es que en las pinturas, además de mensajes antifascistas y de apoyo al pueblo palestino, le dieron especial relevancia a Micaela Lavalle de Mejía, la fundadora del club, la primera mujer que fundó un club en Sudamérica. “El señor Fuad Char [actual dueño del equipo] dijo en algún momento que Junior empezó a existir cuando él compró el club. A nosotros nos parece un irrespeto hacia la historia y por eso se puso en centro a esta gran y valiente mujer”, explica Marcos.

Tanto el país como Barranquilla saben que el Junior ha sido una productiva arma social de la dinastía Char para mantener el poder político y administrativo de la ciudad. “En muchas ocasiones las grandes contrataciones se hacen en momentos electorales claves —plantea Marcos—. Nosotros somos muy críticos y sabemos que un bombo, una trompeta o una gaita no nos va a calmar el malestar que estemos viviendo del estadio hacia afuera”.

El prejuicio impide ver que la masa no es toda igual, que al interior del barrismo existe una consciencia crítica que sabe diferenciar el amor por su club y la propaganda política. Marcos no tiene recato para afirmar que la dinastía Char solo le ha dejado deudas clasistas en Barranquilla. Y aunque el estigma social y las condiciones políticas hagan más difíciles las cosas, está convencido de que el barrismo social puede arrebatarle jóvenes a la guerra.
 

 

Publicaciones recientes

28 Noviembre, 2024

Junto a la Unión Sindical Obrera (USO) recorrimos desde mayo este país para oír lo que las ...

28 Noviembre, 2024

En el marco de la Tercera Asamblea Nacional por la Paz, el presidente Gustavo Petro respondió ...

28 Noviembre, 2024

La Unión Sindical Obrera (USO) ratifica su compromiso de trabajar incansablemente por la Paz Total, ...